Manabí mantiene las tradiciones del Día de los Difuntos

Manabí, (28/10/2014) Cada 2 de noviembre los cementerios de Manabí cobran vida. A pesar de sonar contradictorio, son miles de personas que acuden desde el 1 de noviembre a “velar” a sus seres queridos que partieron hacia el “más allá”.
Cecilia Vera, habitante de la parroquia Boyacá de Chone, norte de Manabí, cumple con un rito: a las 06:00 del 2 de noviembre llega al cementerio local con caldo de habas, sopa de plátano y jugo de naranja, para compartir con sus familiares, «los fallecidos y los que están vivos», señala.
Ella tiene 71 años y aún mantiene esa tradición. En Manabí esto es común y otras decenas de familias realizan algo similar, llevan comida al cementerio, especialmente la que les gustaba a sus parientes ya fallecidos.
Estas prácticas se mantienen en la zona rural y según los promotores culturales y estudiosos de la provincia, en los últimos 10 años se han ido imponiendo nuevos rituales; por ejemplo, llevarle música al muerto. Los familiares contratan un mariachi o guitarrero y lo llevan para que canten frente a la tumba del fallecido, y durante varios minutos entonan las canciones favoritas del ser querido. Otras familias llevan un equipo de música y durante todo el día hacen sonar sus discos favoritos, mientras cantan.
Otra tradición en Manabí es llevar al campo santo flores y velas, las cuales permanecen encendidas durante todo el día. En años anteriores la jornada duraba toda la noche, “había familias que se amanecían hasta las seis de la mañana del 3 de noviembre», recuerda Carlos Ibarra, administrador del Cementerio General de Portoviejo.
En pueblos como Charapotó los parientes ponen decenas de velas a lo largo de la noche y la madrugada y cuentan anécdotas de los fallecidos, animados por el sabor y el calor del canelazo. La jornada termina cuando el sol aparece.
LFV