La Cascada de Palúz y el encanto de Pablo Cuantinpaz – Unidad Educativa Consejo Provincial del Carchi

Si quieres hacer un viaje realmente extraordinario y fuera de lo común, nada como recorrer algunos de los lugares más emblemáticos de Montufar. Este cantón de la provincia del Carchi, cuya capital es la ciudad de San Gabriel, está ubicado a 3600m de altura sobre el nivel del mar reconocido por sus mingas populares, representado en aquel monumento del “Procerato al Trabajo”.

Así comenzamos nuestro recorrido desde la ciudad de San Gabriel, segundo cantón de la Provincia del Carchi en creación y considerado patrimonio nacional, el cual se caracteriza por sus casas de antiguas fachadas, de tejas y balcones, las mismas que rodean el parque principal donde lo antiguo y moderno se conjugan. Cuna del asentamiento de la cultura Cuasmal, rico en recursos naturales, culturales y una variada gastronomía.

Sus colinas de múltiples colores han hecho de este paraje un sitio predilecto para desprenderse de la modernidad de lo urbano, con su olor a tierra húmeda y hojarascas secas, donde el bullicio se convierte en silencio pasivo y a la vez melancólico

Este viaje que empieza desde las frías horas de la mañana y nos llevará a descubrir su riqueza natural, a través de su tradición oral, donde se entremezcla lo real con lo extraordinario, sumergiéndonos en un viaje precioso, pues fuimos encontrando extensos sembradíos, viejas e históricas iglesias y detalles curiosos e interesantes que incendian la imaginación.

Después de recorrer el casco urbano decidimos ir a tomar fuerzas y nada mejor que encontrarnos con la variedad gastronómica que el renovado Mercado Jesús del Gran Poder ofrece a propios y visitantes; platos típicos como: el cuy con papas, choclo con queso, papas con cuero, el famoso queso amasado y el delicioso morocho caliente endulzado con panela, con el cual nos deleitamos haciendo que nuestro cuerpo se llene de ese calorcito vivificante.

Decididos ya a adentrarnos en otros parajes de este bello cantón tomamos la ruta que conduce al Bosque de los Arrayanes, un paseo obligado para los que gustan de la naturaleza en su real expresión, caminamos el sendero que nos indican y admiramos como estos gigantes son los testigos fieles del paso inexorable del tiempo y lo hacemos pensando en todos aquellos viajeros que hicieron su paso por esta maravilla natural que invita a la reflexión y al cuidado de lo más preciado que tiene el hombre en su paso por este mundo.

Ya avanzado el día y de regreso a la ciudad, buscamos un sitio que fue ampliamente recomendado por los lugareños: el restaurante San José ubicado frente al parque principal, en el cual disfrutaríamos de un suculento almuerzo a base de papas y mellocos acompañados de un delicioso “ají de piedra” y un caldo de gallina bien reforzado como dicen por allá.

Salimos del restaurante con la clara intención de emprender el viaje a nuestro destino principal, La Cascada de Paluz, no sin antes y haciendo caso a los consejos de algunas personas de llevar ciertos amuletos por si nos cae la tarde en este sitio. Es así que ponemos en nuestros bolsillos una caja de fósforos y compramos en una tienda un escapulario para espantar los malos espíritus y no “quedarnos” según nos dijeron; pues es bien sabido de la existencia de la historia de Pablo Cuantimpaz quien en tiempos remotos trabajaba como peón para los más acaudalados del lugar y siempre se lamentaba de su suerte y terminó vendiendo su alma al diablo.

Mientras nos dirigimos a nuestro destino escuchamos de unos de nuestros acompañantes la leyenda de este personaje quien nos relata que fue en una mañana de esas en que ni el café de chuspa te llega abrigar y solo tu poncho es la única compañía; cuando Pablo Cuantimpaz salió encolerizado pensando en cómo salir de la pobreza, eligiendo el camino más fácil pero certero y de igual manera mortal, fue al lugar apropiado en la hora justa donde el diablo visita los pueblos, los puentes y las cascadas , sobre todo la Cascada de Paluz, hoy un punto emblemático del turismo de naturaleza, con un imponente salto de agua de 35 metros de altura donde converge el misterio y el encanto natural.

En la barca del avariento el diablo toma asiento y más aún poder, un ser que se esconde entre el sonido del cauce del agua, que juega con duendes, brujas y hadas, seres talvez malignos o talvez bondadosos. Veinte años de fortuna le sonrieron a Pablo Cauntimpaz pero que al mismo tiempo lo condujeron al camino del desespero de su pobre alma que se oprime en un lugar perdido de lo más recóndito de Paluz, cuentan que el diablo cobró su deuda y que el alma de Pablo sigue siendo puntual a las seis de la tarde en la cascada.

Nosotros llegamos ya con la incertidumbre de lo acontecido a la pobre alma de Cuantimpaz, ya con el asombro de mirar aquel sitio que la naturaleza nos ofrece y nos invita a contemplar aquel sonido armonioso pero con un dejo de tristeza de aquel salto de agua que fluye luego en aquella laguna que se forma a sus pies.

Recorrer este misterioso e intrigante paraje de la sierra norte, permite al visitante sentir esa sensación de lo ausente, de lo olvidado de miles de pájaros que revolotean en el cielo de Paluz y el chapoteo de sus aguas que caen con dulzura pero golpean con furia y provocan un sonido enternecedor y extraño y no sabes si al escucharle le cofundes con gritos del más allá, su brisa te envuelve y te humedece el alma y el cuerpo.

Ya entrada la tarde y asegurándonos de que nuestros amuletos estén en los bolsillos, emprendemos el viaje de regreso con una breve caminata y luego a esperar el autobús que nos llevará de vuelta al ruido de la ciudad, al bullicio de las calles llenas de comercio y al calor de nuestros hogares, pues la fría tarde hace que se congele nuestro cuerpo y nuestro pensamiento siga sumergido en la leyenda de aquella alma que nunca pudo descansar sino que pasa sus días al son de la caída de agua de la Cascada de Paluz.

Autor: Unidad Educativa Consejo Provincial del Carchi